Este Blog busca transformar los imaginarios acerca del cuidado para potenciar un cambio cultural que fortalezca las relaciones a nivel interpersonal y colectivo.
El cuidado es un valor que atraviesa y le da sentido a la manera en que nos relacionamos tanto internamente como con las personas que participan en los proyectos de la Fundación. En medio de una coyuntura que ha expuesto la vulnerabilidad e interdependencia humana como ha sucedido con la actual pandemia, el cuidado está siendo protagonista, no solo en conversaciones cotidianas, sino también en discusiones y decisiones públicas. Por ello, aprovecho este medio para reflexionar acerca de los imaginarios sociales que hemos configurado en torno al cuidado y los retos que nos ha presentado el contexto de la pandemia y que nos obligan a cuestionarlos y transformarlos.
El cuidado ha estado histórica y culturalmente asociado al ámbito privado y a la individualidad. Cuando hablamos de cuidado, generalmente hacemos referencia a una sumatoria de actividades o recursos para el bienestar del cuerpo, que seguimos comprendiendo como un asunto privado. Un ejemplo de esto es la utilización frecuente de la palabra en anuncios sobre productos para la piel o de higiene.
En la cotidianidad también relacionamos el cuidado con la asistencia a personas en condición de enfermedad o discapacidad, a niñ@s y/o ancian@s. Esta asociación se acompaña además de la identificación de ciertas personas como responsables de dicha ‘asistencia’: las mujeres. Basta con hacer una breve búsqueda en el buscador de imágenes de Google de ‘enfermería’, ‘cuidado ancianos’ o ‘cuidado niños’ para encontrar que la mayoría de las imágenes, representan a personas feminizadas como las responsables*.
Asimismo, el cuidado se relaciona generalmente con las ‘tareas’ del hogar. Este imaginario se alimenta además de prejuicios sobre los cuidados como tareas menores o ‘trabajo sucio’, que lo ubican también en un campo feminizado. Las mujeres han sido y siguen siendo las encargadas de los cuidados en el hogar a través del trabajo no remunerado. Como lo demuestra el informe Cuidado no remunerado en Colombia: Brechas de Género de ONU Mujeres y el DANE (2020), en Colombia, “el 78% de las horas anuales que se destinan a todos los cuidados no remunerados en los hogares son realizados por las mujeres” (2020, p.2).
Así asociamos el cuidado al ámbito familiar y a nuestros ‘círculos más cercanos’ ; es un valor que poco relacionamos con ámbitos públicos y masculinizados. Como lo han expresado algunas académicas como Buckingham (2010) y Soto (2013), el espacio público no es neutral en términos de género. Hoy en día seguimos recriminando a las mujeres que se atrevan a ‘andar solas’ en ciertas zonas o a ciertas horas, prejuicio que expresa nuestra asociación entre los cuerpos masculinos y el espacio público. De igual manera, los escenarios políticos son una esfera también masculinizada, lo que se expresa en la desigualdad frente a la participación de mujeres en entidades públicas: el Congreso colombiano, por ejemplo, cuenta con solo un 19,7% de mujeres (Asuntos Legales, 2019).
Lo anterior se relaciona con la feminización y privatización de ciertas emociones que asociamos a los gestos y actos de cuidado. La ternura, el amor, el cariño y, en general, los afectos, que consideramos atributos ‘femeninos’, los reservamos para ‘nuestros seres queridos’; nuestras familias, amistades y parejas. Para la persona con quien nos cruzamos en la calle, quedan la tolerancia y, a veces, el respeto. Más aun, en el ámbito político hay incluso menos campo para los afectos. Me cuesta imaginar alguna agenda política que promueva y defienda la ternura como movilizador de la sociedad, en vez de la mano dura, el honor o el orden.
Sin embargo, la pandemia plantea la necesidad de que las personas, independientemente del género, asuman el rol de cuidadoras. El cuidado, lejos de ser una característica naturalmente femenina, es algo que nos atañe a todos los seres humanos. Además, la pandemia ha hecho visible que el cuidado no solo se limita al cuerpo y a la individualidad. La coyuntura deja entrever que el cuerpo de cada persona no está aislado, más bien, está en constante interrelación con otros cuerpos. Esto pone de presente que los procesos a nivel individual se relacionan con el nivel interpersonal y colectivo, por ello el cuidado es transversal a la vida social.
Quizás, lo más perceptible en estos momentos es la relevancia del cuidado en un plano interpersonal; nuestras relaciones más inmediatas se ven afectadas por nuestras acciones. También, nuestros comportamientos afectan a personas que no conocemos, por ejemplo en un supermercado o en la calle. Asimismo, en el ámbito laboral nos enfrentamos a retos frente al cuidado de los equipos ante las nuevas dinámicas de teletrabajo. Desde Prolongar reconocemos la importancia del autocuidado, y por ello insistimos en que trabajar en la salud mental y su relación con la corporalidad es prioritario. Pero también recalcamos la importancia del cuidado a nivel relacional, por lo que promovemos el fortalecimiento de las relaciones y la comunicación a nivel comunitario y en los equipos de trabajo. Este es un proceso que incluso hemos impulsado internamente en nuestra organización, al enfrentarnos a nuevos retos frente al cuidado del equipo en medio de la coyuntura actual.
Es así que la pandemia ha expuesto la necesidad de transformar nuestros imaginarios frente al cuidado. En medio de esta coyuntura se está haciendo evidente la necesidad de dejar de considerar el cuidado como tarea menor. De igual manera, el contexto plantea la necesidad de generar transformaciones culturales que permitan ampliar nuestra imaginación cuando hablamos de cuidado para ‘desprivatizarlo’, para dejar de asociarlo a esferas y personas feminizadas, y fortalecer así nuestras relaciones a nivel interpersonal y colectivo.
Para concluir, en este momento histórico que atravesamos como humanidad, invito a reflexionar en torno a los imaginarios que tenemos alrededor del cuidado, a través de las siguientes preguntas: ¿Qué emociones o sensaciones asocio al cuidado? ¿Qué acciones considero actos de cuidado? ¿Qué personas considero que son cuidadoras y con qué género se identifican? ¿En qué aspectos de mi vida he descubierto que el cuidado es vital?
Fuente: Fundación Prolongar
Autor: Olga Alicia Carbonell