El estilo de crianza condiciona en gran medida el tipo de relación y la comunicación que se establece entre los padres, madres y/o cuidadores y sus niñas, niños y adolescentes, por ello, es importante que los padres, madres y cuidadores tomen conciencia de la forma en que interactúan con ellos y ellas; y de la capacidad que tienen para escucharlos y guiarlos.
Criar para una vida feliz implica que seamos conscientes del tipo de interacciones que establecemos en familia, esto quiere decir, la forma en qué funcionan las cosas en casa.
Todas las familias tienen un estilo de crianza que orienta las normas, rutinas y comportamientos al interior de sus hogares; pero son muy pocas aquellas que son conscientes de cuál es el estilo de crianza que emplean y de cuáles son los efectos que estas acciones están ocasionando en niñas, niños y adolescentes.
La realidad es que el modelo de crianza que aplicamos en casa, incide sustancialmente en la personalidad y carácter de niñas y niños, además es un factor determinante en el modo en que estos aprenden a relacionarse con su entorno. Sin embargo, para poder cuidar de las acciones de crianza y asegurar que el estilo que usamos sea el mejor para la familia, es necesario informarnos y reconocer los efectos de cada uno.
En este apartado, analizaremos algunos de estos estilos y aprenderás algunos rasgos claves para identificarlos en casa.
Para los padres y las madres que tienden hacia este estilo de crianza, la obediencia absoluta y sin cuestionamientos de sus hijos e hijas es sinónimo de buen comportamiento. Por el contrario, la desobediencia, sin entrar en explorar los motivos, se percibe como un desafío a la autoridad del padres o la madres. Se espera que la niña, el niño o el adolescente acate órdenes y el diálogo es inexistente.
Consecuencias: genera en los niños y las niñas, sentimientos de impotencia y rabia, ya que no pueden defenderse u opinar sobre cuestiones que les afectan. Esto puede llevar a que sean tímidos, a que no sientan capacidad de tomar partido, afecta su capacidad de liderazgo y pueden desarrollar una conducta sumisa o por el contrario rebelde.
Se caracteriza por un comportamiento exento de límites y normas, o éstas no son consistentes. Los padres y las madres permisivos son afectuosos, pero no plantean límites cuando el niño o la niña manifiesta una conducta inapropiada. Suelen ceder a los deseos de sus hijos para evitar que tengan que lidiar con la frustración que provoca una negativa.
Consecuencias: crea en el niño o la niña una imagen distorsionada de cómo funciona el mundo que le rodea y le aleja de valores necesarios para convivir en una sociedad justa. Pueden llegar a ser personas exigentes con los demás, pero no cuestionar su propia conducta y actitudes. Suelen ser niños y niñas con baja tolerancia a la frustración, lo que provoca un sufrimiento emocional muy intenso cuando no consiguen lo que desean o se proponen.
Suele ser ejercido por padres y madres excesivamente vigilantes, inseguros y temerosos; intervienen precipitadamente para evitar cualquier obstáculo que pueda hacer errar o fallar a sus hijos e hijas; hacen las cosas por ellos y toman todas las decisiones en su lugar.
Consecuencias: son niños y niñas que pueden presentar muchas dificultades para resolver problemas por sí mismos. Para ellos las situaciones nuevas o los retos son un foco de gran ansiedad porque no se sienten preparados para enfrentarse a ellos, lo cual daña seriamente su autoestima a largo plazo. No conocen sus fortalezas y límites. Se da una relación de dependencia excesiva que perjudica el desarrollo y autonomía de los hijos e hijas.
Este tipo de crianza se asocia a la ausencia de límites y de contención, pero tampoco muestra mucho afecto, ni comunicación por parte de los padres y las madres hacia los hijos e hijas. Muestra una figura de padres o madres ausentes, que no establecen compromiso hacia la crianza de sus hijos e hijas.
Consecuencias: son niños y niñas que presentan problemas de autorregulación emocional (altos niveles de intolerancia a la frustración, por ejemplo) y de autocontrol (dificultades para dominar su impulsividad). Esto tiene implicaciones negativas en su desarrollo social, sobre todo a la hora de seguir normas en la escuela y en la relación con otros niños y niñas.
Los cuidadores que aplican este estilo estimulan la autonomía de los niños y las niñas y les ayudan a reflexionar sobre las consecuencias de su comportamiento, condición indispensable para que desarrollen la capacidad de autorregulación. Para ello, ofrecen pautas y límites razonables, claros y son sensibles a los sentimientos de sus hijos e hijas; orientan su comportamiento mediante el uso del refuerzo positivo, en el que prima el buen trato, y les ofrecen la opción de reparar los errores, en lugar de castigarles o concentrarse en la mala conducta.
Consecuencias: este estilo fomenta la socialización recíproca entre los miembros de la familia y enriquece los puntos de vista y el respeto implícito hacia la individualidad del otro. Permite que los niños desarrollen su autonomía y su confianza, los límites y normas claras hacen que los hijos e hijas se sientan en un entorno seguro lo que fortalece su autoestima y su capacidad para adaptarse a otros ambientes como el educativo y el social. Los niños pueden reconocer sus capacidades y estar listos para participar y escuchar las opiniones de los otros.